Por José Dionicio Núñez
San Francisco de Macorís. La comunidad de Villa Riva y de modo particular toda nuestra diócesis están de fiesta, al ser bendecidos con la ordenación presbiteral de Eustaquio Rodríguez, Rodolfo Coronado Polanco, como diácono transitorio y Ventura Hidalgo como diácono permanente. Con estas palabras inició su homilía el obispo de aquí, Mons. Fausto Ramón Mejía Vallejo, en la Eucaristía oficiada este sábado 29 de julio en la comunidad de Villa Riva.
Después de saludar y felicitar a los ordenados, a los familiares de éstos y a los centenares de invitados que se dieron cita a la eucaristía y acto de ordenación, el obispo de esta diócesis mostró su agradecimiento a Dios, a
los formadores de los ordenados y a todo aquel que de una forma u otra contribuyó para que este acontecimiento tan trascendental fuese posible.
“El primer sentimiento que brota de mi corazón es invitarles, desde nuestra fe, a que nos alegremos y demos gracias al Señor, por escuchar las oraciones de tantos sacerdotes, religiosas y socios y celadores que no se cansan de pedir al Señor de la mies que envíe trabajadores que lleven la Buena Nueva a su pueblo, expresó Mons. Fausto Mejía.
Dijo el más alto prelado católico aquí que este acto nos confirma que la fe mueve montañas y que Jesús cumple sus palabras” pidan y se les dará, toquen y se les abrirá, busquen y encontraran”, la alegría es inmensa porque el maestro, hoy como ayer, sigue llamando y como lo seguirá haciendo mañana.
“Es hermoso pensar que en cada ordenación se tiene la oportunidad de escuchar de nuevo la misma invitación con la que Cristo llamó a los primeros discípulos, “sígueme”; aquellos cuatro primeros: Simón y Andrés; Santiago y Juan “Inmediatamente dejaron las redes y a su padre Zebedeo y se fueron con el Señor”, explicó.
Mons. Mejía Vallejo prosiguió diciendo que ese sígueme fue el que Eustaquio, Rodolfo, y ventura, hoy ordenados, escucharon un día, hace ya muchos años, y medio tímidos, entre temor y temblor, “diría Kierkegaard”, emprendieron su camino de formación, y hoy ya formados, después de reflexionar, orar y discernir están en la capacidad para decir a la Iglesia y a Jesús “aquí estamos Señor para hacer tu voluntad”, como dice el estribillo del salmo responsorial.
“El Sí que ustedes han dado hoy es el Sí que más se parece al sí de la Virgen María en la Anunciación, y debe parecerse porque ella lo primero que hace es autodefinirse como “la servidora del Señor”, la diaconisa, y eso es lo que ustedes serán “diáconos” servidores; pero lo más hermoso de ella fue su coherencia: de inmediato se fue a servir a su Prima Isabel y toda su vida fue un acompañar a su hijo en los duros momentos del Plan de nuestra Salvación” precisó el obispo de San Francisco de Macorís.
Prosiguió diciendo, Monseñor Mejía Vallejo que tanto el sacerdocio como el diaconado siempre serán un gran misterio, porque ¿quién tiene la sabiduría, la bondad y la santidad para merecer tal distinción?, por eso arrimamos nuestros débiles hombros a la misión, pero sabiendo que quien hará el trabajo será Jesús, a través del Espíritu Santo. Nosotros seremos siempre instrumentos débiles, y al instrumento lo único que se le pide es, que no ponga obstáculos para que el Espíritu santo pueda hacer su trabajo.
Monseñor Mejía Vallejo al concluir su homilía llamó a los ordenados a hacerse conscientes que para realizar esa hermosa tarea, hay que “tomar la cruz de cada día”, y viviendo lo que dice la Primera Carta de Pedro 2,20-25: “Si actuando y haciendo el bien, tienen que soportar el sufrimiento, eso es cosa bella ante Dios”. Para eso deben cultivar una fuerte espiritualidad, luchar y trabajar para ser fiel a la llamada, ejercer la caridad pastoral en clave de servicio y de amor a los más necesitados, entender que el sacerdocio en cualquier grado es una “fraternidad Sacramental”, donde se debe cultivar el espíritu comunitario y de hermandad en nombre del Señor.
La solemne Eucarística y acto de ordenación se produjo en la parroquia San Antonio de Padua en el municipio de Villa Riva.
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